LISBOA
"El 1 de noviembre, Lisboa sufrió un terremoto de una magnitud estimada de 8.5-9, seguido de un tsunami y 3 días de incendios. La mayor parte de la ciudad quedó destruida. El marques de Pombal – Sebastião José de Carvalho e Melo- era el ministro de asuntos exteriores y fue a quién el Rey puso al cargo de la reconstrucción de Lisboa. El marqués de Pombal reclutó a un equipo de ingenieros, arquitectos y vosotros, los jugadores, que encarnan a los miembros de la nobleza. Los cuales usarán su influencia en la reconstrucción y el desarrollo económico de la nueva ciudad. Trabajarás con arquitectos para reconstruir Lisboa, con Marqueses para desarrollar el comercio y con el Rey para abrir todos los edificios, pero la verdadera razón detrás de todo esto no es fama o incluso fortuna, si no las “pelucas”.
Finalmente Maldito Games nos trajo en español este juego que el famoso diseñador luso, Vital Lacerda, publicó en 2017. Poco o nada malo puedo yo decir de Lisboa, y es que se trata de uno de mis juegos favoritos (y servidor ya ha podido probar más de 300 juegos distintos). No voy a negaros que para la primera partida vais a necesitar más de una hora de explicaciones y que es uno de estos juegos que necesitan varias (muchas) partidas para dominar; pero una vez comprendidas las mecánicas y la gestión de mano (el motor del juego son las cartas) me parece una auténtica maravilla.
En cuanto a la edición rebosa calidad por todos lados: típica caja dura de Eagle-Gryphon Games con organizadores de componentes, cartón muy grueso para las piezas troqueladas y cartas de una excelente calidad. Respecto a las ilustraciones de Ian O’Toole creo que cumplen muy bien y que respiran el ambiente de la capital lusa. La crítica principal es la de siempre a casi todos los juegos de Vital Lacerda: el precio. Evidentemente no es un juego económico, pero creo que si te gustan los euros duros la compra bien vale la pena, y la edición es premium en todos los sentidos.
El terremoto de Lisboa
Lisboa ya había sido devastada anteriormente por otro desastre natural, el terremoto del 26 de enero de 1531, de una magnitud en torno a 8 en la escala de magnitud de momento. El de 1755 tuvo lugar la mañana del día de Todos los Santos, festivo nacional en Portugal y otros países católicos. Los informes contemporáneos indican que el terremoto duró entre tres minutos y medio y seis minutos, produciendo grietas gigantescas de cinco metros de ancho que se abrieron en el centro de la ciudad. Los supervivientes, huidos en pos de seguridad al espacio abierto que constituían los muelles pudieron observar como el agua empezó a retroceder, revelando el lecho del mar cubierto de restos de carga caída al mar y los viejos naufragios. Cuarenta minutos después del terremoto, tres tsunami de entre 6 y 20 metros engulleron el puerto y la zona del centro,subiendo aguas arriba por el río Tajo. En las áreas no afectadas por el maremoto, los incendios surgieron rápidamente, iniciados en su mayor parte por las velas encendidas en recuerdo a los difuntos en las iglesias, y las llamas asolaron la ciudad durante cinco días.
De una población lisboeta de 275 000 habitantes, unas 90.000 personas murieron. Otras 10.000 murieron en Marruecos, mientras que en Ayamonte (Huelva) murieron más de 1.000 personas, y se registraron víctimas y daños de consideración en más puntos del sur de España y de toda la península ibérica.
Aunque generalmente se le llama terremoto de Lisboa, fue en España y Portugal donde la sacudida alcanzó su mayor violencia, sus efectos se extendieron por la mayor parte de Europa, África y América. Se sintió en Groenlandia, las Antillas, Madeira, Noruega, Suecia, Gran Bretaña e Irlanda. La conmoción fue casi tan violenta en África como en Europa. Gran parte de Argel fue destruida; y a corta distancia de Marruecos, un pueblo de ocho a diez mil habitantes desapareció. Una ola formidable barrió las costas de España y África, sumergiendo ciudades y causando inmensa desolación.
Reconstrucción de Lisboa
En Portugal reinaba José I, que accedió al trono portugués a los 35 años de edad, tras la muerte de su padre, y casi de inmediato dejó el poder en manos de Sebastião José de Carvalho e Melo, hoy conocido como marqués de Pombal. Este último ocupó el puesto de primer ministro, siendo el favorito del rey, pero la aristocracia lo desdeñaba como el advenedizo hijo de un hacendado rural. Por su parte, el primer ministro sentía aversión por los viejos nobles, a los que consideraba corruptos e incapaces de tomar acciones prácticas. Antes del 1 de noviembre de 1755 había una lucha constante para conseguir el poder y el favor real, pero más tarde, la respuesta competente del marqués de Pombal, cercenó con eficacia el poder de las viejas facciones aristocráticas. La oposición y el resentimiento silenciosos hacia el rey José I comenzaron a manifestarse, lo que culminaría con un intento de magnicidio en la persona del rey, y la eliminación del poderoso duque de Aveiro y de la familia Távora.
Debido a un golpe de suerte, la familia real portuguesa escapó ilesa de la catástrofe que supuso el terremoto del 1 de noviembre de 1755. El rey José I y la corte habían salido de la ciudad, después de asistir a misa al amanecer, satisfaciendo el deseo de una de las hijas del rey de pasar el día de la fiesta de Todos los Santos lejos de Lisboa. Después de la catástrofe, José desarrolló un gran miedo a vivir bajo techo, y la corte fue acomodada en un enorme complejo de tiendas y pabellones en las colinas de Ajuda, entonces en las cercanías de Lisboa. La claustrofobia del rey no disminuyó nunca y, por eso, hasta después de su muerte, su hija María I no comenzó a construir el Palacio de Ajuda, que se encuentra en el sitio del viejo campo de tiendas.
Al igual que el rey, el primer ministro Carvalho e Melo, marqués de Pombal, sobrevivió al terremoto. Se cuenta que respondió a quien le preguntó qué hacer: «Cuidar de los vivos, enterrar a los muertos». Con el pragmatismo que caracterizó todas sus acciones, el primer ministro comenzó inmediatamente a organizar la recuperación y la reconstrucción.
El primer ministro envió bomberos al interior de la ciudad para extinguir los incendios, y a grupos organizados para enterrar los millares de cadáveres. Había poco tiempo para disponer de los cadáveres antes de que las epidemias se extendieran. Contrariamente a la costumbre y contra los deseos de la Iglesia, muchos cadáveres fueron cargados en barcazas y tirados al mar, más allá de la boca del Tajo. Para prevenir los desórdenes en la ciudad en ruinas, y, sobre todo, para impedir los saqueos, se levantaron patíbulos en puntos elevados alrededor de la ciudad y al menos 34 saqueadores fueron ejecutados. El ejército fue movilizado para que rodeara la ciudad e impidiese que los hombres sanos huyeran, de modo que pudieran ser obligados a despejar las ruinas.
No mucho después de la crisis inicial, el primer ministro y el rey rápidamente contrataron arquitectos e ingenieros, y en menos de un año, Lisboa estaba ya libre de escombros y comenzando la reconstrucción. El rey estaba ansioso de tener una ciudad nueva y perfectamente ordenada. Manzanas grandes y calles rectilíneas, amplias avenidas fueron los lemas de la nueva Lisboa.
Figura relevante del siglo XVIII, el ingeniero Manuel de Maia fue una de las figuras relevantes en la reconstrucción de Lisboa tras el terremoto. Optando por la propuesta del capitán de ingeniería Eugénio dos Santos, creó lo que hoy se conoce como la Baixa Pombalina.
Los edificios pombalinos están entre las primeras construcciones resistentes a los terremotos en el mundo. Se construyeron pequeños modelos de madera para hacer pruebas, y los terremotos fueron simulados por las tropas que marchaban alrededor de ellos. La nueva zona céntrica de Lisboa, conocida hoy como Baixa Pombalina, es una de las atracciones turísticas más conocidas de la ciudad. Secciones de otras ciudades portuguesas, como Vila Real de Santo António en el Algarve, se reconstruyeron también siguiendo los principios pombalinos.
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